El terreno de las interacciones medicamentosas está sembrado de ignorancia e incertidumbre. Tanto, que S.H. Preskorn, autor de una breve guía de interacciones de medicamentos psiquiátricos, inicia un capítulo con la célebre frase del tristemente célebre exsecretario de defensa de Estados Unidos, D. Rumsfeld, esa de que como sabemos, hay cosas que sabemos que sabemos, y cosas que sabemos que no sabemos. Pero también hay cosas que no sabemos que no sabemos. Ignoramos, por ejemplo, el número real de casos de daños y muertes causadas por medicamentos interactuando indebidamente, entre ellos o con otras sustancias que los pacientes ingieren. No estamos ciertos, por otro lado, de que las advertencias de interacción añadidas a las Informaciones para Prescribir de diversos fármacos ocurran en realidad: por exceso de precaución, los organismos reguladores las asignan como efectos de clase, o solo en base a hipótesis que, al cabo de años de uso, resultan sin fundamento. Hay, sin embargo, muchos aspectos indudables alrededor de las interacciones medicamentosas que deben ser bien conocidos por todos los médicos que prescriben medicinas, y por todos los pacientes que las toman. Desafortunadamente, oír recomendaciones específicas al respecto, al momento que un médico prescribe una medicina con interacciones bien documentadas, es más la excepción que la regla. En sentido opuesto, abundantes leyendas urbanas de interacción, como la de los antibióticos así, en general y el alcohol, han sido parte de las fake news desde mucho antes que se inventara el término. Poco ayuda que el principal libro de texto de farmacología de la carrera de Medicina, el famoso y temido Goodman & Gilman, destine una sola de las 1990 páginas de su 12.ª edición en inglés a las interacciones medicamentosas.