l periodismo literario exige ante todo buena prosa en la velocidad de la rotativa. Pueden cambiar las técnicas, los enfoques, la forma de contar, pero nunca cambiará ese requisito ajeno a las escuelas, a las tendencias, a las modas: por favor, cuente bien. La crónica es periodismo y literatura, cuento y reportaje al mismo tiempo, retrato y fabulación, información colectiva y personal. La crónica persigue al periodismo, pero vive enamorada de la ficción. Estos dilemas ocupan los interiores de Extranjero siempre. De eso se tratan las páginas que siguen, del periodismo y de la inteligencia: del arte de viajar y del arte de vivir. Tarifeño va en busca del alma de un adicto y recoge en una baraja de historias la desesperación y la desdicha mientras se interna en una clínica para drogadictos y alcohólicos; cadenero en un bar del Distrito Federal, el cronista retrata el racismo y la trivialidad de la noche; extraño huichol en confesión de peyote en Real del Catorce, Tarifeño encuentra a un demonio interior; buscador del alma escort, escribe una historia de traición y mentira; investigador privado en el Metro del Distrito Federal, la corriente subterránea de una ciudad desigual, una sucursal del infierno; descubridor de la única favela plana en Río, el cronista devela un terrible mapa urbano; en busca de Maradona en Cuba; Bamako, Mali, al bar discoteca para entrevistar al músico Salif Keita; un encuentro con el escritor Fernando Vallejo; la búsqueda imposible de Carlos Castañeda y su vuelo mágico, inenarrable, a través de José Agustín, Rafael Vargas, Héctor Manjarrez; un caso intolerable de violencia contra una mujer y un laberinto de ineptitudes judiciales; un azar, un destino y un asesinato a las afueras de Buenos Aires. Tarifeño tiene la certeza de que nada es lo que parece, de que hay una sombra que acompaña a las personas. De aquí en adelante, el lector encontrará el destino de los hombres, de tino y de muchos, en la prosa de Tarifeño. Adelante.