La existencia humana apenas supone un único tictac en el reloj del tiempo geológico, y aun así hemos cambiado el planeta hasta dejarlo irreconocible. Tal vez, si logramos entenderlo mejor, trataremos a nuestro mundo con más respeto. Preguntémonos por un instante qué hay bajo nuestros pies. La Tierra no yace simplemente como un bloque de cemento esperando que caminemos por encima, sino que es un planeta vivo y dinámico. Las rocas que se hallan bajo la superficie tampoco están al cubierto de los procesos que se desarrollan encima. El agua, el aire y la propia vida están en constante relación dinámica con la geología. Sin océanos, no tendríamos continentes; sin vida, no tendríamos la atmósfera o un clima en que pudiéramos vivir.